¿Nos hemos parado a pensar en lo estúpido e irracional que resulta rezarle a una piedra? No pretendo atacar ninguna religión en particular. Ninguna al menos en las que sus, vamos a llamarlos «seguidores», «fieles», «feligreses», se planten día tras día o semana tras semana frente a un puñado de gravilla pensando que así cazarán un antílope de mayor tamaño, llegará antes la época de lluvias o aullentarán a los misioneros. Aunque tampoco hemos cambiado tanto, ¿me equivoco?
Hace millones de años un indígena se frotaba las manos al sacrificar una cabra, y ahora arrodillándonos, tartamudeando un par de «aves y marías» («nasa…masi…Jesús…santiprifirma…María….») y usando un malogrado trozo de cuero como reposatibias conseguiremos lo que queremos. «Dios, un trabajo mejor, me lo debes, ¿eh? Te he estado aguantando durante media hora», «Un pene más grande…si no es posible, una vagina más pequeña para ella, me conformo con cualquiera, pero dame dame», «Mata a mi vecino, no te pido mucho, prometo no volverme a masturbarme jamás si lo haces, pim pam pum, y muerto. Gracias niño Jesús». Dios es omnipotente, pero no idiota… al menos así nos lo han vendido.
¿Os habéis detenido a pensar alguna vez en que la religión es una empresa? No me refiero en particular a la mía. Tanto me da el papa con su gran tiara en Roma que los caníbales de Nueva Guinea. La relígión es una empresa que nos vende un producto invisible. ¡Oh, vamos! ¡Eso no es justo! ¡Es demasiado fácil! Sólo tienen que esperar a un posible consumidor y decirle «ña…puede que te venga bien un poco de esto». Si eso no es capitalismo, que venga Dios y lo vea… Nos venden tarros vacíos, y encima tenemos que llenarlos nosotros.
Somos tipos listos. ¡Tenemos un maldito pulgar oponible maldita sea! ¿De qué nos sirve? Hemos inventado máquinas que vuelan, la neurocirugía, los McNuggetts, la música disco…quizá el último no sea el mejor ejemplo…Pero, ¿tan tontos somos para adorar a dioses de más de 2000 años de antigüedad? No quiero decir que tengamos que abandonar toda esperanza en la religión ni dejar de tener pasión por ella, aunque hay gente que bien podría dejar ese mal hábito antes de volatilizarse con una furgoneta. Ahora, tenemos una versión edulcorada, hemos cambiado o han cambiado tanto el concepto original de lo que se supone era un buen plan a un dogma religioso cualquiera que ya no se puede cambiar y dudo de que merezca la pena seguirlo. Y ese seguramente es el problema. Hemos cogido una buena idea y hemos asentado sobre ella un puñado de creencias que en todas las partes del mundo practican miles de millones de personas de diferentes culturas. Porque una idea se puede cambiar, pero una creencia no, y por ella, la gente mata. Pero esas son tonterías de panfletos ateístas.
No tener religión es algo que envidiar. Comprendo a las personas que dicen «yo sólo tengo a Dios», porque están sumidas en tantas drogas, alcohol, sexo (¿de qué se quejan?) que tienen que agarrarse a lo único que encuentran. En serio, lo comprendo. Pero es precisamente por eso que tengo que envidiar a las personas que no dependen de una religión, porque ellos son los que viven bien, viven tránquilos, sin preocupaciones, no tienen problemas en el trabajo, su mujer no les engaña con otro…no tienen que depender de los consejos que nos den en un libro.
¿Qué nos pasa? Jesús nos salva y lo único que hacemos para compensárselo es inventar los telepredicadores. Búda nos recompensa con su sabiduría y abrimos cadenas de comida rápida con tipos parecidos a él. Alá nos ilustra como profeta y hacemos caricaturas de él…después «rematamos» nunca mejor dicho. Quizá el problema es que existen demasiadas religiones. Quizá la mejor idea sería organizar un combate de boxeo a nivel interespiritual. ¡Veamos que deidad se queda con las limosnas de los parroquianos! ¡Ready to rumble!